martes, 19 de febrero de 2008

CAPÍTULO 3 : SAYULITA



Sonaron tres contundentes golpes en la puerta de mi habitación.Eran las 8:00 horas y los golpes los había dado una chica mexicana que conocí la noche anterior y que tenía que viajar a la misma hora que yo. Le pedí, por favor, que me avisase por temor a no despertarme con tiempo de coger el autobús de las 8:45 con destino Guadalajara, donde tendría que coger otro autobús dirección Puerto Vallarta y bajarme, unos cincuenta kilómetros antes de llegar, en un lugar llamado La Peñita para coger el tercer y último autobús que me llevaría a Sayulita, mi siguiente destino.
Atrás quedaron los dos días siguientes a mi "debut" artístico en Mexico, que no tuvieron nada de especial, y la encargada del restaurante, que no paró de buscarme en esos dos días e incluso me hizo llegar su número de teléfono para que la llamase y tomarnos algo.No era su momento.
Obviamente, ante tal insistencia, no volví a aparecer por el restaurante y me dediqué a tocar y a descansar en el patio del hostel, donde había un ambiente bastante agradable y gente con la que conversar.
A las 8:30 horas llegaba en taxi a la estación de autobuses con el tiempo suficiente de sacar mi billete y tomarme un zumo de naranja que resultó insuficiente para más de cinco horas de autobús.Al llegar a Guadalajara, y antes de tomar el siguiente autobús, comí un filete empanado con arroz y verduras en, aproximadamente, ocho o diez minutos para otras cinco o seis agotadoras horas en otro autobús por carreteras de todo tipo.
El paisaje comenzaba a cambiar y con ello mi ánimo.Pasamos de grandes llanuras semidesérticas a grandes llanuras semidesérticas con algunas plantaciones de Agave, que son como Pitas pero un poco más pequeñas y las responsables de todas las borracheras de tequila en el mundo. Atravesábamos la zona tequilera por excelencia de México,Jalisco.
Después de varias horas viendo pitas ( porque yo lo que veía eran pitas ) y tras unas pequeñas montañas boscosas volvía a cambiar el paisaje dando paso a unas fértiles llanuras de maiz y árboles de aguacate. Nos acercábamos al Océano Pacífico y parecía que estuviésemos en otro país.
Empezaba a oscurecer pero aún tuve tiempo de ver cómo volvía a cambiar el paisaje según perdíamos altura para pasar esta vez de fértiles llanuras a una accidentada costa tupida de selva tropical. Mis diez horas de autobús y mi agotamiento no pudieron evitar que a un chaval de campiña andaluza como yo, le emocionase la idea de llegar al Océano Pacífico. No era la primera vez , unos años antes estuve en el Pacífico Sur, en Chile, pero aquello ni era Pacífico ni nada, allí hacía tanto frio que mi disco duro no archivó la experiencia como costa del Pacífico sino como frio antártico por lo menos.
Tras once horas de autobús llegábamos a La Peñita, que era una pequeña población en torno a la carretera que servía como punto de enlace con otros autobuses que hacían trayectos entre pequeñas localidades de la costa. Ya era de noche y estaba realmente agotado, y aún me quedaba una larguísima hora más de trayecto para llegar a Sayulita, que era una localidad costera de la que sabía más bien poco. Solamente que era muy cara pero que había buenas olas para tomar contacto con este océano.
- !!SAYULITA,SAYULITA!! próxima parada, Sayulita. Gritó el conductor del obsoleto autobus mientras me miraba por el espejo retrovisor y me hacía señales con la mano.
- ¿Dónde? pensé.
- SAYULITA!! insistió.
No lograba entender qué quería decir, estábamos en mitad de una carretera en la selva completamente oscura y sin luces que pudieran indicar que habíamos llegado. La gente del autobús, principalmente campesinos y lugareños, empezó a mirarme fijamente y entonces deduje que me tenía que bajar. Cogí mi guitarra y me acerqué al conductor para preguntarle.
Pero.... ¿!!Dónde está Sayulita!!?
- Te tienes que bajar aquí, me dijo
- ¿!!Dónde!!?, insistí mientras paraba el autobús en el arcen de la carretera.
- Perdoneme, le dije con mucha serenidad, pero ¿dónde está Sayulita? por favor.
- No más tienes que caminar.
- ¿cómo........?
Mientras se alejaba el autobús sentí cómo el agotamiento y la fatiga se transformaron ,en apenas dos minutos, en el más básico sentido de supervivencia. Estaba solo en la MEX 200, que es la carretera que bordea la costa durante unos cinco mil kilómetros mas o menos y que todas las guias de viaje advierten de su peligrosidad y de no circular de noche por su alto índice de criminalidad ( eso en coche ).
Ay omaita!! pensé. Agarre mi mochila y la guitarra y me puse a andar como si lo hiciese todos los días, como si fuese un lugareño que viene de vacaciones o algo así. Tenía que engañarme a mi mismo como fuese para no quedarme paralizado ( infeliz ). Pero esto cómo puede ser, pensé.
Unos cien metros más adelante descubrí un cruce de carretera y una pequeña señal con una flecha que indicaba SAYULITA, pero sólo había oscuridad y más carretera. Por un momento pensé en hacer auto-stop después de ver un par de camionetas tipo ranchera, pero cuando vi que sus ocupantes me miraban de forma extraña desistí de mi absurda idea. Paso ligero y no mires atrás Manolo.
Cinco minutos después sentí cómo un vehículo diminuia su marcha hasta parar justo a mi lado. Era un microbús del año setenta más o menos, despintado y con algunos cristales rotos y mientras abría sus puertas oí al conductor que decía.
- ¿A Sayulita?
- Sííííí.....
Aproximadamente un minuto más tarde y después de un par de curvas llegábamos a Sayulita.
Me bajé del autobús un poco desorientado, no sabía dónde ir ni qué dirección tomar. Solamente observaba que había turistas a mi alrededor y eso me tranquilizaba enormemente. Durante un par de minutos me quedé quieto y esperando una señal que me hiciese reaccionar de un modo u otro, pero como la señal no llegaba no dudé en abordar al primero que pasó.
- Perdona, ¿sabes dónde puedo encontrar un lugar barato para dormir esta noche?
- Bueno, tienes un camping a una cuadra(manzana) de aquí en aquella dirección, me contestó mientras señalaba con el dedo hacia el final de una calle.
Gracias tio!!, le contesté, y comencé a caminar. Insisto, estaba realmente cansado e incluso un poco violento fruto de la fatiga, el hambre y la incertidumbre.
LLegué al camping y entré buscando a alguien que pudiera darme algo de información.No había nadie, todo estaba oscuro y sólo algunas tiendas de campaña, y entre ellas una con dos compadres conversando a la luz de un par de velas incrustadas en botellas de cerveza.
- Perdonadme, ¿sabeis si hay alguien aquí que me de información sobre el camping?
- ¿Qué quieres saber?
- Pues si hay algún sitio barato donde pasar la noche.
- Claro wey, lo más barato es que montes tu tienda y duermas aquí.
- Lo que pasa es que no tengo tienda y estoy tan cansado que lo único que quiero es un sitio donde poder descansar.
- Pues aquí todos los lugares son caros menos esto que cobran cincuenta pesos (4 Euros) la noche, pero tienes que tener tu tienda.
Enseguida se dieron cuenta de lo agobiado que estaba y me invitaron a sentarme y beber un poco de cerveza para relajarme un poco. Yo acepté encantado.
Les conté que llevaba doce horas de autobús y que estaba harto de todo.
- Pues relájate wey y espera un momento y hablamos con Benson (el encargado) y te averiguamos algo.
Me senté con ellos en una especie de estera de caña y me dieron una ceveza mientras me preguntaban que de dónde venía. Eran dos chicos mexicanos que estaban haciendo la temporada y vivían en el camping. Siempre les agradeceré su hospitalidad y que supieran entender que venía tan cansado. Varios días despues me confesaron que mi tono de voz resultaba un poco violento pero que lo entendieron perfectamente.
Después de hablar con Benson conseguí que me alquilase una tienda para pasar, por lo menos, la primera noche. Luego ya vería.
Monté la tienda con ayuda de Martín, que así se llamaba uno de ellos y después de charlar un rato me acosté con mi fino saco de dormir sobre el suelo sin poner pega alguna y hasta que el cantar de decenas de pájaros me desperto sobre las ocho de la mañana del día siguiente.
Lo primero que hice al despertarme, y como siempre que duermo en la playa, es ir a ver el mar, las olas, que rompían en una enorme bahía partida en dos por una plataforma de rocas que hacía que se formaran una ola de derecha y otra de izquierda que rompían lentamente mientras unos pocos surferos se peleaban por cogerlas a ambos lados de la bahía.Sonreí de emoción.
Volví corriendo a mi tienda con la intención de coger dinero e ir a buscar una tabla de surf. Quería surfear!!
- Buenos días Manuel, me dijo Martín que se levantaba en ese momento, ¿hay buenas olas?
- Sí tio, las olas están guapas y voy a ver si averiguo una tabla.
Me dijo dónde podía conseguir una tabla de segunda mano y dónde podía desayunar por poco dinero y bien. Estuve dando vueltas todo el día hasta que encontré una tabla de segunda mano barata y que, más o menos, se adaptaba a mis exigencias. No era gran cosa pero me serviría. Esa misma tarde y bajo un calor sofocante, ponía cera a mi tabla y me metía en el agua meses después de la última vez que estuve surfeando.
Esa noche me acosté agotado pero bastante contento, era el cansancio de surfear y aunque no era muy cómodo el suelo del camping, pensé que no pasaría nada si me quedaba otro día más.
Pasaron tres días más en el camping, surfeando todas las mañanas y bebiendo cervecitas por las tardes en una hamaca entre dos palmeras con Martín y Fabián, que era el otro chico que conocí la primera noche.
Sayulita es un pueblo que dista mucho de lo que un día fue. Hoy es un centro turístico colonizado por norteamericanos y canadienses, y aunque no ha perdido su encanto de pueblo pequeño, la masiva afluencia de extranjeros ha hecho de Sayulita un pueblo de vacaciones para ricos, inundado por inmobiliarias y carteles en inglés,excesivamente caro e insostenible para largas temporadas.MIs días en Sayulita estaban contados.
Cuatro días más estuve Allí pagando unos doce euros por dormir en el suelo y sin, ni siquiera, agua caliente en los baños. Al quinto día entró viento del norte, que estropea las olas y decidí que era momento de cambiar de aires.
Allí quedarían unas cuantas buenas sesiones de surfing, alguna que otra risa entre cerveza y cerveza y poco más, ya que no quise hacer vida nocturna, que es, aparte del surfing, lo único que puede ofrecer este sitio.
Vendí mi tabla a un vecino americano del camping llamado Jeremy la noche del cuarto día y a la mañana siguiente recogía mis cosas y me iba en el mismo viejo microbús que días antes me pareció una bendición que llegaba desde el cielo.

Muchos besos a todos y gracias por vuestros comentarios que me dan la vida
Os quiere
Manolo

lunes, 11 de febrero de 2008

CAPÍTULO 2 : SAN MIGUEL DE ALLENDE


Al tercer día de mi estancia en México D.F recibía una llamada del aeropuerto comunicándome que mi mochila había aparecido y que pasarían a dármela en el transcurso del día. Mientras, fui a las ruinas de Teotihuacan, en las afueras de la ciudad, guiado por los hermanos Villar (compañeros bomberos de México) que se ofrecieron amablemente a llevarme y a pasar el día conmigo. Antes estuvimos en su casa, donde Eduardo, el más pequeño de cuatro hermanos bomberos, me presentó a su mujer, que nos preparó un fantástico desayuno, y a sus dos hijos, que con una exquisita educación se acercaron a saludarme un poco nerviosos.
Al rato nos dirigíamos hacia Teotihuacan, una ciudad prehispánica que estaba a una hora en coche del D.F (Distrito Federal) , donde pasaríamos la mañana viendo la espectacularidad arquitectónica de sus pirámides y del conjunto arqueológico en general... ( sin palabras ).
Después fuimos a comer a un pequeño pueblo alejado de cualquier circuito turístico donde comimos unos "tacos" como muestra de la gastronomía mexicana, a la que no termino de acostumbrarme. Más tarde me llevaron al hotel donde se suponía que tenía que haber llegado mi mochila pero que no fue así. Habían dejado otra mochila con una etiqueta en la que estaba mi nombre que me hizo enfadarme durante unos diez segundos, lo que tarde en darme cuenta de que no servía para nada enfadarme por algo así.
-No te preocupes Manolo, vamos a ver una estación de bomberos cercana que es la más moderna de latinoamérica.
Efectivamente llebaba razón Eduardo, parecía más un museo de arte moderno que una estación de bomberos.
Así pasamos la tarde hasta que nos despedimos, no sin antes agradecerles efusivamente su cordialidad, su hospitalidad y todo lo que habían hecho por mí. Gracias de nuevo compañeros.
Cuando llegó mi mochila al día siguiente por la tarde no me lo podía creer. La situación había agotado mi paciencia hasta el punto de hundirme en un infantil llanto cuando llamé a mis padres por primera vez para decirles que estaba bien pero que llevaba cuatro días sin mochila y sin nada, atrapado en el D.F. Necesitaba llorar un poco y expulsar el estrés acumulado, y nada mejor que una madre para ello. Gracias bonita!!

A primera hora del día siguiente tomé un taxi a la estación del norte y después un autobús destino San Miguel de Allende.



Tras cuatro horas de viaje por carreteras abarrotadas y paisajes que recordaban a una Andalucía en época estival, llegaba a San Miguel de Allende, que es un pueblo de arquitectura colonial, muy cosmopolita y plagado de extranjeros y artistas, situado en la falda de una montaña orientada al oeste, donde los espectaculares atardeceres reunen en sus calles y terrazas a toda clase de gente, predominando un turismo de cierto nivel económico procedente principalmente de Canadá y los Estados unidos. En definitiva, un pueblo tranquilo y precioso que recuerda a menudo a algunos pueblos señoriales andaluces.
Cuando llegaba el autobús pude percibir que éste era un sitio diferente, tranquilo y a la vez animado, que contrastaba con lo caótico de Mexico D.F.
Me alojé en un hostel de habitaciones compartidas que me hicieron recordar muchas cosas que había vivido diez años atrás en Londres, ruidos, ronquidos, charlas en la cocina comunitaria, el ir y venir de mochileros desorientados, etc..... Eran buenas vibraciones.
Después de registrarme y soltar mi mochila en la cama superior de una litera de hierro que no mediría más de 1,80 metros (más tarde confirmaría mis pareceres), cogí mi guitarra, que con la tensión de la situación en el D.F no había tocado en cinco días, y me fui a pasear con la intención de encontrar algún rincón que me inspirase para relajarme y tocar un poco. No tardé en llegar a una plaza con espectaculares edificios coloniales y numerosas terrazas abarrotadas de gente donde una algaravía de vendedores ambulantes ofrecen sus servicios de forma educada y sin molestar.
"A sus ordenes señor" se apresuró a preguntarme, diez segundos después de sentarme en una de las terrazas que quedaban al sol, un camarero como los de antes, con un traje blanco y todo un ritual de "permisos y porfavores"
- Una cerveza por favor
- Corona, Modelo, Indio, Pacífico, Victoria,....la que usted desee señor!
- Pues..... una pacífico
- Sí señor, con mucho gusto se la traigo ahorita mismo!

( Toma ya!! eficacia )

Estaba sentado tranquilamente al sol con mi cervecita fresquita y observando como a mí me gusta observar*, realmente era la primera vez que me relajaba de forma absoluta. Sonreía con plenitud. Un momento después me di cuenta de que en una de las mesas de la terraza había dos jóvenes sentados y mientras uno tocaba una guitarra española el otro le hacía señales con las manos , como indicándole qué acordes debía tocar. No me lo podía creer, no lo dudé ni un segundo y me acerqué a ellos y les pregunté.
-¿Puedo sentarme aquí para escucharos?
-Sí, cómo no
Me respondió el que no tocaba mientras el otro seguía tocando con cara de estar en Massachusetts, por lo menos. Fui corriendo a por mi cerveza y mi guitarra ante el asombro del camarero que no entendía qué pasaba.
Cuando volví a su mesa, el que tocaba volvió de su viaje y paró, y ambos se levantaron cortésmente para darme la bienvenida.
-Tienes una guitarra!!
-Si, (respondí)
-Que padre!!, podemos tocar juntos
-Bueno, estoy aprendiendo
-Ah, nosotros también, no te preocupes
Eran un chico mexicano y otro francés afincado aquí en San Miguel, profesor y alumno respectivamente.
Después de unos quince minutos tocando por rumbas, que curiosamente empezo el mexicano, se fueron a trabajar los dos, no sin antes invitarme a una tocata que iba a hacer en un restaurante llamado Arte-Vivo a las siete de la tarde
- Allí estaré sin falta

A la hora fijada me presenté en una casa colonial espectacular convertida en restaurante donde me recibieron un par de chicas que me preguntaron al verme
- ¿Vienes con Alejandro?
Que así se llamaba el mexicano
- No, bueno... me dijo que daba un concierto aquí a las siete
- Es que como te vi con la guitarra pensé que ibas a tocar con él
- No, no, no, sólo vengo a verlo
Entonces me preguntó que de dónde era y que si yo también tocaba. Le contesté que era de España y que tocaba un poco pero que estaba aprendiendo.En ese momento llegó Alejandro, que se alegro de verme.
Tomamos un té mientras Alejandro afinaba su guitarra con mi afinador, que no dudó en pedirme después de haberlo visto esa tarde.
Tocó y cantó un par de temas para las chicas, los cocineros y para mí, que éramos los únicos que estábamos en el restaurante a esa hora. Entonces me dijo.
-Manolo, saca la guitarra y nos preparamos algo ¿no?
-Esto.... yo....es que....
-Bueno, no quiero presionarte
me dijo viendo que se me cambiaba la cara
-De todas formas saca la guitarra y vamos a tocar algo
Volvimos a tocar "Entre dos aguas" de Paco de Lucía. Yo le hacía la base y él punteaba.
No quedaba mal. Al personal del restaurante le gustaba, especialmente a una de las chicas que era de madre española y alucinaba con el flamenco.
Pasaron los minutos mientras tocábamos y entonces Alejandro me preguntó que si sabía cantar algo. Le respodí que sí.
Pues toma, siéntate aquí y cántanos algo. Y como aquel día en el Room(Córdoba), que muchos recordareis, en el que Fredy empezó a corear Bombero, Bombero,.... y me vi obligado a armarme de valor y cantar por primera vez un tema en público, me senté en un taburete delante de las mesas y empezé a cantar.
Casualidades del destino, en ese momento empezó a entrar gente en el restaurante y claro, no iba a parar. Seguí cantando hasta terminar la canción. Recibí un sonoro aplauso, más que nada por parte del personal, pero también de la gente que no había terminado de sentarse.
-Sigue cantando por favor
Me dijo la dueña del restaurante, y yo, ambientado, seguí cantando mis temas hasta que se me acabaron y empecé con los de Mario (gracias Mario, siempre digo que son tuyos antes de cantarlos).
Estuve más o menos una hora tocando, acompañado por alejandro que no tuvo dificultades en seguirme y adornar mi rudimentaria forma de tocar. Entonces, y ante la falta de costumbre, tuve que parar,no estoy acostumbrado a tocar "a tope" tanto tiempo.
Muy bien, me dijo la dueña. No te preocupes por lo que estás tomando, ahora te vamos a preparar la cena y luego cantas otro poquito. ¿Vale?
No os podeis ni imaginar lo que sentí en ese momento, me había ganado la cena y las cervecitas tocando.
Yaaaaaaaaaahaaaaaaaaaa.........

Después de la cena canté otra vez pero esta vez para unas amigas de la dueña, que eran las únicas personas que quedaban en el restaurante. Les canté por bulerías a mi manera y mi Great Hit "De sueño, soñador", a petición popular, que está teniendo bastante aceptación.
Después de eso les dije que estaba cansado y que me iba a descansar.
- Muy bien Manuel, nos ha encantado. Muchas gracias y si quieres vuelve mañana
Esa noche me costó dormir de la emoción.
Os juro que aquel que hubiese visto de vuelta al hostel, habría pensado...¿Qué le pasa a ese tonto que va tan feliz?

Pues eso, que soy....( te machaco)
......y que esa noche fui feliz.

Muchas gracias y muchos besos a todos los que estais ahí.
Os quiero.

miércoles, 6 de febrero de 2008

CAPÍTULO 1 : CIUDAD DE MÉXICO


"Señores pasajeros del vuelo procedente de Madrid con escala en Frankfurt, sentimos comunicarles que sus equipajes no fueron facturados en este vuelo y que tienen a su disposición al personal de Lufthansa para aclarar cualquier duda"

-Hola buenas tardes, yo soy una de las tres personas que vienen desde Madrid.

-No se preocupe caballero, en dos días le enviamos su equipaje donde usted nos diga.

Así comenzaba mi aventura por tierras mexicanas después de 16 horas de vuelo, de las cuales 12 fueron en un asiento de turista ( no tengo que explicar más ), y junto a una niña de 14 meses que cuando no lloraba, chillaba de alegria o yo que sé, y que no me dejó dormir ni un solo minuto pero que acabó conquistándome de lo guapa y pequeña que era.
Después de rellenar los papeles para que pudieran mandarme el equipaje al hotel, y sin más compañia que mi guitarra, salía del aeropuerto y entraba en el verdadero México, porque los aeropuertos son como un estado aparte con muchas sucursales por todo el mundo.
No dudé en tomar un taxi que me llevaría al centro histórico de México D.F, que se presentaba como el sitio más natural para que un turista desinformado como yo pasara su primera noche en uno de los muchos hoteles y pensiones que rodean la plaza más conocida de México "El Zócalo".
Después de buscar un hotel que me ofreciera algo más que un colchón, en un cuarto con la cerradura de un armario, me alojé en un hotel no muy caro pero con baño y agua caliente, sufragado por la compañía aerea, que se preocupó de darme 500 pesos ( 40 euros) para pagar una noche de hotel y comprarme una muda de ropa. Dicho y hecho.
Es increible cómo los 22 grados centígrados que hacían a las 9 de la noche, se podían convertir en 2 o 3 a las 5 de la madrugada, y aunque hize la técnica del canelón (enrollarme en la sábana y la colcha ), hacía años que no pasaba tanto frio.Una mala noche.
A eso hay que sumarle lo del Jet Lag, que me hizo que a partir de las 4 de la mañana estuviera despierto como si fueran las diez o las once de la mañana y estuviera harto de dormir y aburrido en la cama.
A las 7 de la mañana estaba en la calle cansado de dormir y de pasar frio, tomándome un café con leche en la primera y única cafetería que vi abierta, y con un panorama de incertidumbre propio de un primer día, solo, en un país desconocido para mí. Había perdido la sonrisa.
Decidí dar un paseo por las calles del centro mientras los comercios abrían sus persianas y las calles se llenaban de coches, olores y ruidos. El monstruo despierta*
Me dirigí al Zócalo buscando los rayos de sol que aún no eran capaces de entrar en las calles, a ver si me podía calentar de la forma más primitiva que conozco, insisto, tenía frio y no tenía ropa que ponerme, lo tenía todo en mi mochila. Y mientras caminaba, vi en mitad de la plaza dos camiones de bomberos y a cuatro personas que charlaban (porque los bombero no hablan, charlan) entre sí. Me acerqué y les pregunté por el Parque de Bomberos más cercano después de decirles que era compañero de España. Uno de ellos se apresuro a preguntarme que si tenía alguna identificación que lo demostrase, y pensé, por fin me va a servir para algo mi carnet de bombero. Se lo enseñé, y no fue hasta ese momento cuando me saludaron efusivamente y empezaron a preguntarme lo típico que nos preguntamos los bomberos de diferentes lugares cuando nos encontramos.
Tres minutos después me dijeron "móntate en el camión que te llevamos a dar un raid". Y ahí estaba yo por mitad de México D.F. en un camión de bomberos como si fuese uno más de ellos. Enorme!!!. Al rato me llevaron al parque central para que conociese las instalaciones y a los compañeros de guardia, que me trataron como a uno más de la gran familia que somos los bomberos. Así me lo decían ellos "la familia tenemos que ayudarnos".
Me invitaron a desayunar con pan recien hecho en la panadería del parque de bomberos, me presentaron a todos los jefes y me enseñaron todo con una ilusión que ya la querríamos en España. No tardaron en decirme que fuese a por mis cosas y que durmiese allí, que era mi casa.
Realmente, aún estoy emocionado.
Despues de estar unas tres horas con ellos, les expliqué que en el aeropuerto tienen la dirección del hotel para llevarme la mochila y que no quería molestar, que se lo agradecía pero que prefería quedarme donde estaba.
Volví a casa caminando por los barrios y en el metro, en un hervidero de personas, olores y colores y esa tarde todo fue distinto, seguía sin mochila ni ropa,
pero ya no hacía frío...
...y había vuelto mi sonrisa.

Muchos besos a tod@s.